Literatura y Cine


«[…]- «Porque sueño no lo estoy. Porque sueño, sueño… Porque me abandono por las noches a mis sueños antes de que me deje el día. Porque no amo. Porque me asusta amar. Ya no sueño. Ya no sueño. A ti, la dama, la audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio. Tú que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar… te he pagado cien veces mi deuda” (Léolo)

A veces me lo imagino, a veces me la imagino. A veces ya no imagino.

He soñado vidas, personas, caras, edades, momentos, paisajes, países. Me he imbuido en libros, en películas, en procesos, en historias. Quizá el error ha sido no sólo pedirle a un libro que me diga que hay más vida de la que puedo abarcar, sino también el pedirle a un sueño cómo hacerlo.

No hay noticias, no hay novedades, no hay movimientos, no hay conocimiento, no hay plazos, no hay canales y no hay información. No hay avance. No hay cambios. Y no sé si hay alternativas.

Pero esta noche volveré a acercarme a Camelot. Y, quizá, mañana llegaré.

                                        

                                       Porque sueño…

 

“Es la historia de dos sueños. El de Marem, una niña bailarina Senegalesa de 14 años de emigrar a Europa, y el de Sonia, una bailarina Española atraída por la magia de África. A las dos las une Pap Ndiaye, padre de Marem y marido de Sonia.  Ni África es como Sonia soñaba (Pap Ndiaye tiene dos mujeres más) ni Europa es como Marem soñaba (no hay niños en las calles y también hay pobreza).  Princesa de África es una bella historia de amor, de música y de danza, donde las cosas no son como parecen y las mujeres son las protagonistas.”

 

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Otra joya. Una película documental centrada en Louga, Senegal. Rodada en tres idiomas, wolof, español y francés, cuenta con unas maravillosas imágenes e ilustraciones y una música aún más maravillosa. La mayoría de los protagonistas son “Griots”, artistas que transmiten la cultura de generación en generación a través de los cantos y bailes; y los tambores. Es más que un relato sobre dos sueños. Es una mirada a otra realidad. A otro tipo de familia. A otra forma de vida y de relación, de relaciones. Unas relaciones no exentas de problemas y complejidades, pero llenas de comprensión.

 

¿Cómo una española acepta la poligamia convirtiéndose en la tercera mujer del hombre al que ama? Pese a tener una opinión bastante formada sobre estas cuestiones, no voy a entrar en valoraciones. No creo que ese sea tampoco el objetivo de esta película.  Me quedo con la imagen de tres mujeres cómplices, de un marido que adora a sus hijos y a sus tres esposas; y de una niña que, sabiendo quien es su madre biológica, tiene y reconoce a tres madres.  

 

Me quedo con el respeto en la convivencia y con la convivencia en el respeto. Me quedo con la grandeza de la diversidad.

 

No siempre lo mejor es lo que se vende como bueno. No hay continentes ni historias que no se enlacen y no hay familias mejores que otras. No siempre los sueños se cumplen, pero muchas más veces de las que pensamos, tenemos la felicidad mucho más cerca de lo que podemos llegar a imaginar.

 

Viento… llévame a mi casa.

 

«Apareció entonces el zorro;
elprincipito4
– Buenos días- saludó el zorro.
– Buenos días- contestó amablemente el principito que al darse vuelta en dirección a la voz no vio a nadie.
– Si me buscas, aquí estoy -aclaró el zorro- debajo del manzano…
– Pero…, ¿quién eres tú? -preguntó el principito- Eres muy hermoso…
– Soy un zorro -dijo el zorro.
– Acércate…, ven a jugar conmigo -propuso el principito- ¡Estoy tan triste!…
– ¿Jugar contigo? No…, no puedo -dijo el zorro- Aún no estoy domesticado.
– Ah! Perdón -se excusó el principito.

Interrogó, luego de meditar un instante:
– ¿Has dicho «domesticar»? ¿Qué significa «domesticar»?
– Tú no eres de aquí -afirmó el zorro- ¿Puedes decirme qué es lo que buscas?
– Busco a los hombres -respondió el principito- Dime, ¿qué significa «domesticar»?
– Los hombres -intentó explicar el zorro- poseen fusiles y cazan. Eso es bien molesto. Crían también gallinas; es su único interés. Tú buscas gallinas, ¿verdad?
– No -dijo el principito- Busco amigos. ¿Qué significa «domesticar»?
– Ah!…, es una cosa muy olvidada -respondió el zorro- Significa «crear lazos».
-¿Crear lazos? -preguntó el principito.
– Así es -confirmó el zorro- Tú para mí, no eres más que un jovencito semejante a cien mil muchachitos. Además, no te necesito. Tampoco tú a mí. No soy para ti más que un zorro parecido a cien mil zorros. En cambio, si me domesticas…, sentiremos necesidad uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo…
– Creo que empiezo a entender -dijo el principito- Hay una flor… Creo que me ha domesticado.
– Es probable -contestó el zorro- En este planeta, en la Tierra, pueden ocurrir todo tipo de cosas…!
– Oh! No es en la Tierra -se apresuró a decir el principito.
El zorro se quedó no menos que intrigado.
– ¿Acaso en otro planeta?
– Sí.
-¿Puedes decirme si hay cazadores en ese planeta?
-¡Oh, no! No los hay.
– Me está resultando muy interesante, ¿Hay gallinas?
– No.
– No existe nada que sea perfecto-dijo el zorro suspirando.
Luego prosiguió:
– Mi vida es algo aburrida. Cazo gallinas y los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen como también los hombres se parecen entre sí. Francamente me aburro un poco. Estoy seguro que…, si me domesticas mi vida se verá envuelta por un gran sol. Podré conocer un ruido de pasos que será bien diferente a todos los demás. Los otros pasos, me hacen correr y esconder bajo la tierra. Pero el tuyo sin embargo, me llamará fuera de la madriguera, como una música. ¡Mira! ¿Puedes ver allá a lo lejos los campos de trigo? Yo no como pan, por lo que para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo nada me recuerdan. ¡Es triste! Pero tú tienes cabellos de color oro. Cuando me hayas por fin domesticado, el trigo dorado me recordará a ti. Y amaré el sonido del viento en el trigo…
El zorro en silencio, miró por un gran rato al principito.
– Por favor… ¡domestícame! -suplicó.
– Lo haría, pero… no dispongo de mucho tiempo -contestó el principito. Quisiera encontrar amigos y conocer muchas cosas.
-¿Sabes…? Sólo se conocen las cosas que se domestican -afirmó el zorro. Los hombres carecen ya de tiempo. Compran a los mercaderes cosas ya hechas. Y… como no existen mercaderes de amigos, es muy simple, los hombres ya no tienen amigos. Si realmente deseas un amigo, ¡domestícame!
– Y… qué es lo que debo hacer? -preguntó el principito.
– Debes tener suficiente paciencia -respondió el zorro- En un principio, te sentarás a cierta distancia, algo lejos de mi sobre la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. La palabra suele ser fuente de malentendidos. Cada día podrás sentarte un poco más cerca.
«Al otro día el principito volvió:
– Lo mejor es venir siempre a la misma hora -dijo el zorro- Si sé que vienes a las cuatro de la tarde, comenzaré a estar feliz desde las tres. A medida que se acerque la hora más feliz me sentiré. A las cuatro estaré agitado e inquieto; ¡comenzaré a descubrir el precio de la felicidad! En cambio, si vienes a distintas horas, no sabré nunca en qué momento preparar mi corazón… Los ritos son necesarios.
– ¿Qué son los ritos? -preguntó el principito.
– Se trata también de algo bastante olvidado -contestó el zorro- Es aquello que hace que un día se diferencie de los demás, una hora de las otras horas. Te daré un ejemplo. Entre los cazadores hay un rito. Todos los jueves bailan con las jóvenes del pueblo. Para mí el jueves es un maravilloso día, ya que paseo hasta la viña. Si los cazadores no tuvieran un día fijo para su baile, todos los días serían iguales y yo no tendría vacaciones.
Fue así como el principito domesticó al zorro. Pero al acercarse la hora de la partida:
– ¡Ah! -dijo el zorro- Voy a llorar.
– No es mi culpa -repuso el principito- Tú quisiste que te domesticara, no fue mi intención hacerte daño…
– Sí, yo quise que me domesticaras -dijo el zorro.
– Pero ¡dices que llorarás!
– Sí -confirmó el zorro.
– ¿Ganas algo entonces? -preguntó el principito.
– Gano -aseguró el zorro- por el color del trigo.
Luego sugirió al principito:
– Vuelve y observa una vez más el jardín de rosas. Ahora comprenderás que tu rosa es única en el mundo. Cuando vuelvas para decirme adiós, yo te regalaré un secreto.
Se dirigió el principito nuevamente a la rosas:
– En absoluto os parecéis a mi rosa. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Así era mi zorro antes, semejante a cien mil otros. Al hacerlo mi amigo, ahora es único en el mundo.
Las rosas se mostraron ciertamente molestas.
Sois bellas, pero aún estáis vacías -agregó todavía- Nadie puede morir por vosotras. Es probable que una persona común crea que mi rosa se os parece. Ella siendo sólo una, es sin duda más importante que todas vosotras, pues es ella la rosa a quien he regado, a quien he puesto bajo un globo; es la rosa que abrigué con el biombo. Ella es la rosa cuyas orugas maté (excepto unas pocas que se hicieron mariposas). Ella es a quien escuché quejarse, alabarse y aún algunas veces, callarse. Ella es mi rosa…
Regresó hacia donde estaba el zorro:
– Adiós -dijo.
– Adiós -dijo el zorro- Mi secreto es muy simple: no se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos.
– Lo esencial es invisible a los ojos -repitió el principito a fin de acordarse.
– El tiempo que dedicaste por tu rosa, es lo que hace que ella sea tan importante para ti.
– El tiempo que dediqué por mi rosa… -repitió el principito para no olvidar.
– Los hombres ya no recuerdan esta verdad -dijo el zorro- En cambio tú, por favor… no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…
– Soy responsable de mi rosa… -dijo en voz alta el principito a fin de recordar…»

No es casual que la fotografía de la niña que aparece a la derecha en la portada del blog sea la de Binta. Es la imagen del futuro, de un continente que tiene mucho que decir, la imagen del progreso en letras mayúsculas.

  

Binta es la protagonista del cortometraje dirigido por Javier Fesser “Binta y la gran idea”, que forma parte de la película “En el Mundo a cada rato”, en la que cinco directores muestran su visión sobre distintas realidades que afectan a la infancia y por las que UNICEF trabaja en todo el mundo. Se rodó en colaboración con el Comité Español de UNICEF en 2004, en Senegal, en Casamance, un área del suroeste formada por varias regiones con numerosos poblados que, debido al  conflicto entre el gobierno y los rebeldes, fueron abandonados y han ido viendo cerrar escuelas y centros de salud. Muestra algunos de los problemas a los que se enfrenta la infancia en África, como el de la escolarización, desde la mirada inocente y optimista de una niña, de Binta.

  

UNICEF tiene un programa de educación básica en Senegal que se dirige a incrementar las tasas de matriculación escolar, especialmente las de las niñas, que cuentan, en la mayoría de los países, con menos facilidades para finalizar sus estudios que los niños. “Esta discriminación es a la vez causa y efecto de la pobreza. Las circunstancias que condenan a las niñas al analfabetismo, condenan también a la pobreza y a la desprotección a sus comunidades, a sus familias y a sus futuros hijos. Gracias al compromiso de gobiernos e instituciones que generan cambios legislativos, pero también al de personas como las que nos muestra la película, que trabajan en sus comunidades de origen, cada vez más niñas pueden aprender y contribuir al desarrollo de sus países”.

 

 

“Binta tiene siete años, vive en una preciosa aldea junto al río Casamance, en el sur de Senegal, y va al colegio. Su prima Soda no tiene la misma suerte. A ella no se le permite aprender las cosas que ignora de este mundo. Binta admira a su padre, un humilde pescador preocupado por el progreso de la humanidad que está empeñado en llevar a cabo una gran idea«

 

El cortometraje dura media hora, si tienes oportunidad no dejes de verlo. Es una lección de vida en 29 minutos y 24 segundos.