Esa fue la reacción. No reaccioné. Colgué el teléfono y seguí trabajando. Estaba sola en un despacho. Respiré hondo, se me saltaron las lágrimas, me las sequé y me autoconvencí. Son muchas las noticias, las llamadas, las ilusiones y los batacazos que me he dado en dos años y medio. Sé prudente, no te dejes llevar por la emoción. Acaba lo que estás haciendo. Y así lo hice. Tres horas después llamé a mi casa. Al día siguiente tenía entrevista de propuesta de asignación.
Me imaginé miles de veces cómo sería la llamada, cuándo se produciría, dónde estaría, qué estaría haciendo, con quién, a quién llamaría, cómo reaccionaría. Nada que ver conmigo. Anestesiada, incrédula, algo nerviosa, pero escéptica. Sigo sin explicarme mi reacción, no pregunté nada, no pedí información. Sólo acordé la hora para reunirme al día siguiente. No sabía si era de preselección o me hablarían de un/a niño/a en concreto a quien tendría que aceptar o no sobre la marcha.
Me dieron algunos datos, pocos, los suficientes. Me emocioné en varios momentos pero seguí sin poder hacer muchas preguntas y sin creerme que realmente todo aquello iba conmigo. Pero conforme transcurría la entrevista el vello se me erizaba cada vez más. Demasiadas coincidencias, demasiadas casualidades, demasiadas libélulas los últimos días en la piscina, ¡demasiadas señales!. En el momento, en el lugar, en las formas, en el fondo. En todo.
En dos semanas me confirmarían si quien, ahora sí, creía que estaba destinado a ser mi hij@, lo sería realmente. Qué relativo es el tiempo. Dos semanas agónicas de espera han superado en ansiedad e ilusión a casi tres años de mi vida. Quizá la diferencia ha sido una excesiva y necesaria prudencia que no me ha permitido poder compartirlas con muchos de quienes me han acompañado todo este tiempo y a quienes desde aquí agradezco el cariño, la comprensión y ¡el aguante! que me han tenido. La diferencia era que ahora tenía sexo, edad, nombre, y una historia.
Dos semanas después, volvió a sonar el teléfono. No estaba sóla. Di un salto en mi mesa y eché a correr buscando algo de intimidad mientras descolgaba. No recuerdo haber subido las escaleras para llegar al pasillo donde, sin poder mantener el tipo en un contexto de trabajo, dejé de respirar. No sé cuántos segundos, los necesarios para que mi cara se convirtiera en un extraño arcoíris de rojos y azules de asfixia y grises y negros de los churretes de rimel que acompañaron al golpe de llanto que devolvió algo de aire a mis pulmones.
No me lo acabo de creer. He recorrido dos continentes, he viajado por la tierra donde los dragones vuelan, he visto convertirse libélulas en leones, he sembrado baobabs, y he vuelto a casa. Esta vez para quedarme.
El tiempo que ha pasado, el viaje recorrido, las aventuras vividas, las anécdotas y alegrías compartidas, las angustias comprendidas, las decisiones tomadas, las remontadas y los aterrizajes forzosos a la realidad han servido para convencerme de que uno no se debe creer absolutamente nada! …salvo que TODO ES POSIBLE.
Quién me hubiese dicho que estábamos tan cerca, que el final del hilo rojo estaba a mi lado. ¡Tanto tiempo buscando para acabar siendo encontrada!.
Supera lo casual, supera lo imaginado y lo explica todo; hasta lo que no tenía sentido
No son casualidades, no son coincidencias, no es el destino… ¡ES MAGIA!
agosto 1, 2010 at 3:05 pm
Muchisimas felicidades!!
Que alegría leer este notición!
La verdad es que nos llena un poquito de esperanza a los que estamos desesperando.
Es bueno saber que al final todo llega!
Me gustaria contactar contigo en privado… si es posible, más que nada para saber si vamos por buen camino… nuestra ecai nos ha recomendado abrir doble expediente, pero nos resistimos porqué nuestro corazón hace mucho tiempo que está en Senegal….
Un abrazo y felicidades por el pequeñ@ baobab!
rocritapau@gmail.com
Laura
agosto 2, 2010 at 11:13 am
[…] en lo que va de año, 3 especialmente remolones han llegado: Alejandro (marzo), Andrés (julio) y Mario […]
agosto 2, 2010 at 11:31 am
Lo importante en este camino, no son los rodeos que hayas tenido que dar, sino que no has cesado en tu empeño, por duro que pudiese ser tanto la espera, como el desconcierto del no saber, o del saber que tarda.
No sólo ha llegado, sino que todos los pasos que has dado con anterioridad hacen que llegue en el mejor momento, en el más sereno, en el que las prisas y el ansia andaban algo más aplacadas pues te dio tiempo a ir poniéndolo todo en su sitio.
Ahora este cambio es exclusivo para tí…, para los dos…, y para los que os queremos y deseábamos que esta unión se produjese.
El aire ha movido mucho un hilo, que al final ha enlazado a este chiquitín. No importa dónde estabas mirando, no importa si tú buscaste o él te encontró. Sólo importa que desde hoy y para siempre, ese hilo no se romperá.
¡Enhorabuena a los dos por haberos encontrado!
octubre 17, 2010 at 6:29 pm
Es imposible que yo piense en ese chiquitín y no se me dibuje una sonrisa.
Que suerte has tenido joía 🙂
A veces el recorrer el camino y la espera puede resultar muy duro, pero seguro que ahora que ya está a tu ladito eso habrá quedado en el olvido.
Lo que importa es el presente, lo felices que sois los dos.
Gracias por la felicidad que nos regaláis a lo demás 🙂
Un besazo enorme.
octubre 21, 2010 at 7:09 pm
Aún tras casi tres meses no he podido darte la enhorabuena personalmente, ni siquiera por teléfono, pero sabes que eso da lo mismo, que sabemos que estás alegre, feliz y contenta y eso es lo importante.
Después de leer tu relato, te aconsejo que te leas «El Alquimista» de Paulo Coehlo… y si ya lo has hecho… ya sabes donde tienes tu tesoro 😉
Un besote y mucha suerte en esta nueva etapa.